Por su historia
Porque cuenta el caso iniciado en 2002 en el que un pequeño equipo de reporteros del Boston Globe empezó a tirar del hilo de una causa judicial por pederastia (la acusación tenía testimonios de más de 100 niños) contra un cura de Massachusetts, para descubrir después que la Archidiócesis de Boston había ocultado el caso. Entonces los reporteros montaron una investigación con la que se destapó que en esa comunidad estadounidense había al menos 86 curas que habían sido acusados alguna vez de abusar sexualmente de niños de la región. El escándalo sacudió a la Iglesia Católica, el arzobispo tuvo que dimitir y sólo en la zona de Boston afloraron poco tiempo después unas 600 denuncias por abusos cometidas por el clero en el pasado. Como te revelan a mitad de la película, el número aproximado de miembros del clero que cometen pederastia está estimado, por diferentes organismos, en un 6%.
Por su forma de contarla
Porque está filmado con inteligencia, apostando por una presentación de los datos de forma clara y precisa y sin abusar de lo sentimental. La mayor parte de la película son estos cuatro periodistas, un abogado y algún agente burocrático más debatiendo sobre los procedimientos legales y las operaciones a realizar a la hora de armar el reportaje con rigor, y hay algo de virtuoso en usar un punto de vista que se distancia del centro desgarrador de su historia real para perderse en lo procedimental.
Porque demuestra la importancia del periodismo tradicional
En palabras del propio director, Tom McCarthy, "Esta historia no va simplemente de difamar a la Iglesia Católica. No nos hemos embarcado en una aventura por la que queramos hacerle perder la fe a un montón de creyentes. De hecho, yo vengo de una familia católica. La razón por la que queríamos contar esto y de una forma precisa es para demostrar el poder que las redacciones tenían entonces. Esta historia es importante. El periodismo es importante, y ese es el mensaje más profundo que encontrarás en la cinta". Como han dicho varios críticos en sus reseñas, hay algo del halo de la película de ‘Todos los hombres del presidente’ en esta trepidante narración de una investigación periodística, y por cómo McCarthy lo filma en su cámara casi volvemos a creer en la importancia de ese cuarto poder que en un mundo de noticias de rápida propagación y publirreportajes teníamos olvidado.
Por su posible impacto
Porque haberlo llevado al cine de multisalas ha servido de altavoz a esta causa que no es más que un problema global. Sin ir más lejos, otra gran película reciente, 'El Club' del chileno Pablo Larraín también traslada a la gran pantalla este mismo tema, analizando en una ficción la vida de cuatro curas retirados (pero no cesados) junto a una monja que los cuida en una de las casas francas que la Iglesia Católica acondiciona a los miembros del clero que “se han apartado del camino de Dios”. Aunque la existencia de estos refugios están más que constatados, al ser una historia ficticia puede perderse parte del impacto o desviarse la atención sobre esa responsabilidad sobre unos actos que de verdad se han cometido. Y más importante aún, al tratarse de una película sin gran distribución es muy posible que esta historia no llegue a todo el mundo. Pero casi cualquier espectador occidental podrá acercarse, si quiere, a ver lo que se cuenta en ‘Spotlight’.
Porque deja claro un mensaje aún más profundo
Una cosa es ese problema (especialmente vinculado al patriarcado) de los abusos a menores e indefensos, del abuso de poder. Pero otra muy distinta es el de la corrupción de un sistema construido para garantizar la impunidad de estos abusadores. La organización de la Iglesia Católica ha estado sistemáticamente y desde hace años protegiendo a esos curas pederastas, reubicando como vemos en la película a los “enfermos” a otros centros y parroquias donde cabía la opción de que volviesen a actuar (si quieres conocer un caso español de los muchos que existen, puedes leer por ejemplo este). Pero también los gobiernos, los gabinetes de abogados, los periodistas y hasta los jueces mismos han sido cómplices ante estos hechos. Como dice uno de los protagonistas en una escena en alusión a un caso similar que vio años atrás y al que no prestó entonces ninguna atención, “sí, me llegó un clip con 20 nombres de sacerdotes culpables, lo puse en la pila de descartes y ahí lo dejé. No puedo recordar ni por qué lo desestimé, pero eso es lo que hice”. Es un problema extensible a muchos ámbitos de la realidad política y social, en la que son tantos los organismos implicados que parece que nadie puede desbaratar ese status quo. Pero lo importante es seguir montando bulla. O mejor, hacer periodismo. Y que no se nos olvide.