MACROECONOMÍA
Semana geoeconómica

Desde los aranceles de Trump que golpean a sus mayores amigas (las petroleras) hasta las ayudas anunciadas por EEUU para paliar la guerra comercial antes de lanzar la ofensiva

Análisis de las tendencias mundiales que, tarde o temprano, afectarán a su bolsillo.

Desde los aranceles de Trump que golpean a sus mayores amigas (las petroleras) hasta las ayudas anunciadas por EEUU para paliar la guerra comercial antes  de lanzar la ofensiva
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Curiosa la política de Donald Trump: insultar y amenazar con invadir a sus aliados (Canadá, Panamá, Dinamarca...) y, ahora, imponer aranceles que golpean la cartera de sus presuntos amigos, dentro del país -Texas, Oklahoma, Dakota del Norte- y fuera -Rusia, Qatar, Arabia Saudí, Emiratos-. Pero así ha sucedido en esta enloquecida semana arancelaria. El republicano ha librado a las petroleras de las tasas, pero el desplome de las perspectivas de crecimiento mundial causado por estas barreras ha hundido el precio del crudo. Así, los jeques que han invertido en el fondo de private equity Affinity Partners, del yerno de Trump, Jaredd Kushner, están furiosos. En los campos petrolíferos de EEUU se da por hecho que en 2025 no subirá la producción. La caída de los ingresos del sector también van a asestar un duro golpe a Rusia, cuya infraestructura energética está ya tocada por la guerra con Urania, mientras espera que Trump le levante las sanciones económicas.

Trump no tiene por qué preocuparse de un rechazo popular a sus aranceles

Los aranceles de Trump tienen un considerable respaldo en la opinión pública de EEUU. El presidente tiene un suelo y un techo electorales de granito, de modo que su popularidad oscila, con contadas excepciones, entre el 40% y el 50%, ya primera reacción a los aranceles parece confirmar esa tesis. El apoyo a Trump está entre el 37% y el 46,3%, con un desplome de indecisos e independientes, pero no de su base, que sigue la máxima "trust the plan" ("confía en el plan"). Esto se refleja en el cambio de percepción de los republicanos sobre dos de los mayores aliados de EEUU: Canadá, que lleva despeñándose desde que impuso estrictos controles por el Covid-19, y la UE , cuya imagen, en una exhibición de poder, Trump ha hundido en apenas dos meses. Así que cuando el presidente habla de poner aranceles a Canadá hasta que ese país acceda a ser anexionado por EEUU, o impone barreras generalizadas a los productos europeos, está leyendo muy bien lo que quiere su núcleo duro de votantes.

EEUU anuncia ayudas para paliar la guerra comercial antes de lanzar la ofensiva

Una ley inmutable de la economía es que tras los aranceles llegan las subvenciones. Es algo contraintuitivo porque, si la producción nacional queda protegida, ¿a santo de qué hay que subsidiarla? La respuesta está en las barreras que los países afectados por las tasas suelen lanzar como represalia, tal y como estamos viendo estos días. De hecho, antes de anunciar sus aranceles, la Casa Blanca ya empezó a anunciar subvenciones, cuando la secretaria de Agricultura de EEUU, Brooke Rollins, dijo que tenían "todo listo para lanzar los programas que creamos la vez pasada", en referencia a los 23.000 millones de dólares (casi 21.000 millones de euros) que Trump dio a los agricultores del Medio Oeste en 2018 y 2019, cuando China cerró su mercado a la producción agrícola de EEUU, como represalia por los aranceles que este país le había impuesto. Rollins hizo esas declaraciones en Iowa, el estado donde arranzan las primarias republicanas de 2028.

Reino Unido estudia nacionalizar su industria siderúrgica (otra vez)

Si hay algún sector que sea un termómetro de la política industrial en Occidente es la siderurgia británica. Nacionalizada en 1947, privatizada en 1952, vuelta a nacionalizar en 1967, y privatizada de nuevo en 1988 bajo el nombre de British Steel, ahora puede volver a ser nacionalizada. El Gobierno del laborista Keir Starmer quiere proteger los empleos metalúrgicos, que tienen una fuerte presencia sindical laborista, pero la verdadera razón es geoeconómica: British Steel quiere cerrar sus altos hornos, con lo que Reino Unido pasaría a ser el único país del G-7 sin dichos sistemas de producción de acero. Esa posibilidad, que hace años no le hubiera importado a nadie en Londres, provoca escalofríos ahora, cuando la autosuficiencia nacional es prioritaria tras el Covid-19, Ucrania y, ahora, la arancelmanía de Donald Trump. La paradoja es que British Steel ya es estatal, pero del Estado chino, pues es propiedad de la empresa pública de ese país Jingye.

Las grandes empresas de Estados Unidos temen, de verdad a su presidente

La idea más extendida es que las grandes empresas de Estados Unidos controlan el país. Y en que nadie ha servido mejor a los intereses de esas compañías que Donald Trump. Ahora bien, los hechos de los últimos días parecen desmentir eso. Por un lado, un sondeo del banco de la Reserva Federal de Dallas en Texas demuestra que los petroleros patrios, que apoyaron en masa a Trump, están furiosos con él por la subida del precio del acero y del aluminio, necesarios para construir sus pozos, debido a los aranceles impuestos por el presidente. A eso se suma ahora las grandes empresas de distribución, lo que incluye a gigantes como Target o BestBuy, que han rechazado llevar a los tribunales la última ola de subidas arancelarias del líder republicano por temor a las represalias del inquilino de la Casa Blanca. Trump, que ya ha domeñado a los grandes bufetes y universidades, se ha convertido, así, en el presidente más poderoso de la historia de EEUU.

Rusia, de 'roadshow' en Namibia para elevar su control del uranio africano

Hasta ahora, la presencia político-económico-militar de Rusia se limitaba sobre todo a los países del Sahel, es decir, la franja sur del Sáhara, principalmente en República Centroafricana y en el triángulo Níger, Togo y Burkina-Faso. Moscú no solo lograba influencia sino, también, control sobre yacimientos de petróleo y, en el caso de Níger, de uranio, un mineral en el que Moscú ya juega un papel dominante a nivel mundial. Ahora, el Gobierno de Putin se ha ido al otro extremo del continente, con un cortejo diplomático a Namibia, el principal productor de uranio de toda África. La decisión de ambos países de explorar una relación más estrecha llega justo cuando numerosos estados africanos no disimulan su escozor con EEUU -y en menor medida con Reino Unido- por el desmantelamiento por parte de Donald Trump de la Agencia Internacional de Desarrollo de ese país (USAID), que contribuía de manera decisiva a equilibrar los presupuestos de algunos países.